Esta entrada está dedicada a mi madre; por su sangre y la de sus hermanos y hermanas corre sangre cántabra y aires artísticos.
Como decía mi abuelo Valeriano.. «Santander, qué bello es ….»
Porque así es la tranquila bahía de Santander, una de las ciudades más bellas del mundo.
Su estilo es moderno debido a la reconstrucción tras el arrebatador incendio que destruyó el casco antiguo de la ciudad.
Lo mejor es recorrerla de arriba a abajo. Con sus trece playas, siempre hay algo que hacer: pasear por la arena, bañarse, hacer surf, tomar algo en sus numerosas terrazas donde hay muy buen ambiente, o aprovechar la actividad cultural todo el año.
Porque mi madre Pilarín nació en Santander; por sus avenidas se paseó y vivió sus primeros sueños de niña. Allí Pilarín disfrutaba de los olores de jabón y colonia en la droguería de su abuelo. Allí también Pilarín probó sus primeros caramelos que le daban las dependientas maravillosas de aquellas droguerías.
Muchos recuerdos tiene la familia de Pilarín de esta su ciudad, muchos buenos y otros peores como la destrucción de su casa por el incendio, el estallido de la guerra y el traslado a Valladolid tras quedarse sin casa.
El incendio les pilló de lleno. Así lo recuerda su hermana: ¡fue espantoso! No sólo por el fuego, sino por todo lo que arrancaba el viento huracanado. Se llevaba árboles pero también letreros de los comercios, puertas y miradores. Recuerdo a nuestra madre con las tres niñas cogidas de la mano, mi hermano pegadito al grupo, y el bebé en el regazo de mamá. Mamá estaba muy nerviosa, no sabía qué hacer. Nos sacó a la calle en ropa de cama. Eran las cuatro de la mañana, con un frío tremendo, en pleno invierno.
Es difícil recuperarse de una situación así, pero sin duda Santander se ha hecho grande tras sus cenizas y aún más bella si cabe.
Santander… ¡Qué bella es!
Santander ¡qué bella es!
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