Requisito imprescindible
Ible, ible, ible, ible
Para una bruja terrible,
Ible, ible, ible, ible
Es ser perversa y malvada
Odiar mucho a cualquier hada
Por cursi y empalagosa,
Siempre vestida de rosa.
Y ser más fea que Picio,
Pues lo precisa el oficio,
Con verruga en la nariz
Larga como una lombriz
Requisito imprescindible
Ible, ible, ible, ible
Para una bruja terrible,
Ible, ible, ible, ible
Tener fétido el aliento
La nariz com un pimiento,
Muy negra la dentadura
Y llevar túnica oscura
Lejos de ser mujeres con verrugas, sucias, feas, siempre con el caldero y sus libros de conjuros y que surcan el cielo montadas en una escoba, las brujas eran jóvenes bellas que utilizaban sus conocimientos para hacer el bien a la comunidad.
Incluso eran conocidas por hacer el bien a quienes las rodeaban.
Ellas ayudaban con sus «filtros de amor» a los enamorados. A las parturientas a dar a luz , a los moribundos a morir, y curaban con hierbas a los enfermos.
Estas brujas facilitaban los «conjuros de amor» que no eran más que perfumes naturales, por entonces escasos, que ayudaban a otras mujeres a atraer a los hombres. Unas mezclas preparadas la noche del viernes con la luna en cuarto creciente con ámbar, pétalos de rosa, sándalo y violetas. O, al contrario, si las pócimas eran para vengarse, se preparaban en martes con sangre de dragón, granos de pimienta molida, azufre o polvos de plantas. Todo esto sabiamente mezclado y guardado en una cajita de metal.
